lunes, 9 de noviembre de 2009

Desengaño

Sin saber de donde saco unas fuerzas inimaginables, que le hicieron dar un golpe con la cabeza en la nariz de uno de los policías con tanta fuerza que le hizo brotar chorros, haciéndole perder la conciencia al instante, ese mismo momento de confusión lo aprovecho para agarrar el arma del policía caído y dispararle al otro policía en el acto, pero sentía tanta ira que eso no fue suficiente, así que le quito el arma también y empezó a disparar hasta que hubo terminado todas las balas que tenia disponibles, dejando los cuerpos llenos de agujeros y con tanta sangre salpicada por el suelo que los que le observaban estaban completamente aterrorizados, todos menos Mario que le observaba con una mirada llena de jubilo, se veía extasiado, como si hubiese estado esperando ese momento desde hace tiempo.  

Fue entonces que comprendió la razón de que le siguiera, esperaba a su lado observar el momento en que su ira se desbordara y asesinara como loco a cualquiera que fuera su victima, seguramente había escuchado historias sobre el entre los mareros y sabia que eventualmente asesinaría de esa forma brutal que lo caracterizaba, Mario había desarrollado un gusto por la sangre, gracias a las experiencias vividas desde hace algún tiempo con el Gato Pinto, quien había sido su única familia después de haberse perdido en las calles en un viaje que tenia con sus padres, Mario no era mas un niño inocente, el tiempo que había vivido en las calles había podrido su alma y sus pensamientos, no estaba entrenado para sobrevivir en un mundo normal, sino en un mundo criminal, sabia como escapar, como espiar y como alertar a su compañero sin ser apercibido.

Ricardo se preocupo, no sabia que hacer, el niño estaba perdido y el no podía hacer nada para corregirlo, de nuevo quiso abandonarlo y camino rápidamente por la calle que vio mas alejada de el, pero Mario quería seguir acompañándolo, y Ricardo no pudo evitar que lo siguiera, así que de nuevo se dirigió al cuarto que había alquilado y se baño rápidamente, esperando que la dueña aun no supiera de la noticia, le dijo a Mario que lo esperara allí y salio, con la esperanza de no volver a verlo mas, pero Mario no era tan ingenuo, lo siguió sin que Ricardo se diera cuenta, esperando el momento adecuado para sorprenderlo.

Ricardo camino durante toda la tarde, mientras mas caminara, mas lejos estaría del lugar donde estaba Mario, y sin darse cuenta volvió sobre sus propios pasos, al anochecer se encontraba de nuevo en el barrio de don Chilo, quiso pasar desapercibido, así que no se acerco a nadie, sino se refugio en una casa vieja y abandonada, se acostó entre escombros, polvo y animales muertos y se quedo dormido.

Esa noche so;o que el tatuaje aparecía en el estomago de Mario y que la tinta se iba expandiendo hasta que Mario estuvo completamente cubierto de tinta, luego con mirada sádica sacaba un cuchillo de su reproductor de cd’s y se lo clavaba con grande gusto entre las costillas, esa sensación lo hizo despertar, ya era de mañana y con terror observo a Mario acostado justo a su lado, como si el destino le estuviera jugando una broma, no lo había visto que lo estaba siguiendo, creía estar suficientemente alejado de el, pero no era así, lo tenia justo enfrente, sin tener ni idea de cómo alejarse, así que simplemente se resigno, pensó que no volvería a actuar de esa manera nunca mas, no mientras Mario estuviera observándolo, así evitaría alimentar el sadismo que veía en el y eventualmente se acostumbraría a vivir sin sangre, o simplemente se iría solo.

- Mario, despertate, es hora de desayunar.

Mario se levanto adormitado, vio a Ricardo y se quedo esperando sus órdenes.

- A dos cuadras hacia allá vive don Chilo, en la casa verde, le das esta carta y esperas que te de comida.

Empezó a escribir en un pedazo de cartón que encontró en el suelo, haciendo uso de un crayón viejo que Mario andaba en la bolsa y se la entrego. Mario lo observo con cara de desconfianza, temiendo que volviera a intentar escaparse.

- No Mario, yo no voy a ninguna parte, voy a estar esperándote aquí hasta que regreses.

Mario siguió las instrucciones y le entrego el pedazo de cartón al dueño de la casa. Quien al leer el texto y saber de quien se trataba, entro a su casa por dos platos de comida y se los entrego, después le dijo que el iría por los trastes después, cuando ellos ya se hubieran ido.

Cuando regreso busco a Ricardo, por toda la habitación y no lo encontró, pensó que lo había abandonado y decidió buscarlo para alcanzarlo de nuevo, cuando lo vio entrar por la puerta de atrás, Mario se sintió reconfortado.

- Pensaste que me iba a ir? Tal vez hubiera funcionado, mejor comamos.

Ambos comieron hasta quedar satisfechos, don Chilo era bastante generoso y había mandado comida suficiente para tres tiempos, Ricardo empaqueto el resto y se dispuso a seguir viajando.

Se fueron entonces hacia el lugar de donde habían partido antes, la guarida de los mareros, pero al pasar cerca vieron todo el lugar destrozado, como si alguien lo hubiera invadido, se preguntaron que podría haber pasado, pero no se detuvieron a averiguarlo, así que simplemente siguieron caminando.

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viernes, 6 de noviembre de 2009

Compasión

La mañana siguiente amaneció lloviendo de nuevo, el viento soplaba fuertemente y el frío era insoportable, abrazó a Mario y se colocó en un rincón de la única casa con alerón en el área, se comieron el resto de los tacos y esperaron a que dejara de llover.

Después de llegar el medio día, empezaron a sentir hambre de nuevo, pero la lluvia no se detenía, aprovecharon un momento en el que la lluvia se calmó para salir a buscar algo de comer, pero no tenían idea de a donde ir, así que simplemente caminaron hasta llegar a la estación del tren, que había estado abandonada desde hacía muchos años, y se refugiaron allí, las baterías del reproductor de cd’s se acabaron al fin, pero Mario llevaba otras de repuesto y se las cambió de inmediato, a Ricardo no dejaba de asombrarle la astucia de Mario que parecía estar completamente adaptado a la vida en la calle y aparte de no molestarle, parecía disfrutarlo.

No habían pasado dos horas cuando llegaron al lugar otras personas tratando de refugiarse de la lluvia, a Ricardo le gustó la idea de tener un poco de compañía con quien platicar un rato, pero resultó que las personas en cuestión eran borrachos, los cuales odiaba, muchas de sus malas experiencias se relacionaban con borrachos, quiso mantenerse al margen por un momento, pero los borrachos inmediatamente después de entrar empezaron a molestarlo, empezaron pidiéndole dinero, lo cual hizo molestar a Ricardo.

- Si yo tuviera dinero no estaría aquí muriéndome del hambre y del frío.

- Pero no se enoje papaito – dijo el borracho.

- No me enojo, pero es molesto que te pidan dinero cuando estas arrastrandote.

- Eso si es cierto – dijo el otro borracho – no deberíamos molestarlo.

- Bueno ya no te jodemos – dijo el tercer borracho – pero vamos a resguardar el agua aquí, espero que no te molesste.

- El respeto ante todo – dijo el primer borracho – el respeto y la educación, me llamo José.

- Yo soy Carlos – dijo el segundo borracho.

- Y yo Walter – dijo el tercero.

- Yo soy Ricardo y él es Mario, no tenemos a dónde ir, y estamos muertos de hambre, así que si nos dejaran en paz sería agradable.

- …

Ricardo se alejó de ellos, mientras Mario se limitó a observar el agua caer y a escuchar la lluvia, era uno de los pocos momentos en que no escuchaba música, se quedó quieto y pareció desconectarse de su entorno.

Los borrachos sacaron una botella, que era la última que les quedaba y la compartieron entre si.

- ¡Ey maleducado! – Dijo Carlos – ¿Querés un poco?

- Ya dejalo – dijo Walter – mejor si no quiere, más pa nosotros.

- ¡Salúd! – Confirmó José – ¡hasta el fondo!

Los borrachos bebieron hasta acabarse la botella, luego se quedaron dormidos en el suelo, tan tranquilos, como si estuvieran en sus respectivas camas, Ricardo solo los observaba y se preguntaba el por qué esas personas que tenían sus hogares y trabajo con el que habían de ganar suficiente dinero para mantenerse a flote escogían por voluntad propia, la desgracia que a él le tocaba como única alternativa, refugiarse en un lugar abandonado y pasar hambre, le molestaba pensar que ellos al día siguiente estarían de vuelta a sus vidas, mientras que él tendría que seguir en las mismas y encima lo estaban buscando, empezó a sentir odio de nuevo y quiso desquitarse con los borrachos.

Pensó en asesinarlos con la misma botella que ellos se habían encargado de vaciar, bastaba con quebrarla y usar el filo de la misma para hacer cortes lo suficientemente profundos para deshacerse de ellos, luego se le ocurrió ahogarlos uno por uno en una poza de agua que estaba allí, así evitaría hacer ruido y despertar a los otros.

Se levantó de donde estaba y se dirigió hacia ellos, pero justo en ese momento, vio a Mario, que lo observaba con una inmensa curiosidad, como si ya supiera lo que planeaba hacer, eso fue suficiente para calmar su ira, no quería darle un mal ejemplo al niño que por voluntad propia le seguía y hasta le ayudaba a alimentarse, así que decidió simplemente robarles lo que fuera que llevaran encima, que aunque no esperaba que fuera mucho sería suficiente para conformarse con lo que le tocara. Los registró uno a uno y para su sorpresa uno de los borrachos llevaba más de mil quetzales, los tomó y luego le hizo señas a Mario para irse del lugar.

Salieron casi sin hacer ruido, no quería que el borracho se diera cuenta de que le habían robado, caminaron bajo lo que era ahora una pequeña llovizna, mientras Mario hacía su máximo esfuerzo para que no se mojara su reproductor de cd’s, en ese momento ya tenían dinero para comprar comida, ropa y hasta para pagarse un lugar donde descansar, o al menos mientras no lo encontrara la policía.

Llegaron a una pensión donde alquilaban cuartos y pagó lo de un mes por adelantado, esforzándose en no poner atención al gesto de desagrado que el encargado puso al verlos, el cuarto no era ni muy espacioso ni limpio, pero era justo lo que necesitaba, un hogar, se sacaron las ropas y se secaron, luego se acostaron, Ricardo se sintió reconfortado de tener una cama suave donde dormir y una chamarra con que taparse, Mario parecía estar igual de contento, después de unos minutos ambos se estaban quedando dormidos, estaban tan cansados, pero su sueño fue interrumpido por una vendedora que, como ya se hacía de noche pasaba de cuarto en cuarto ofreciendo la cena del día, Ricardo pidió que le llevaran dos platos de comida, sin siquiera preguntar que era.

Después de haber cenado, con toda el hambre que tenían, Mario colocó la 9ª sinfonía y se quedó dormido, Ricardo se quedó observándolo un rato, se había encariñado con el niño y se preguntaba por qué lo había seguido, detuvo la música, se acostó y se quedó dormido, esa noche, no soñó cosa alguna.

Ricardo despertó de golpe, la música lo había hecho despertar de nuevo, vio a Mario viendo por la ventana con la mirada perdida, parecía estar triste, como si extrañara algo de su pasado, Ricardo decidió convertirse en el ejemplo que ese niño necesitaba, y no lo haría lamentándose sino trabajando, había encontrado una razón para superarse, sería responsable y saldría adelante, se vistió y le dijo a Mario que se vistiera. Luego salieron a la calle a buscar algo de comer, visitaron un lugar de comida rápida y Ricardo se dispuso a encontrar trabajo, después de todo el dinero que había robado no le alcanzaría para mucho.

Fue de puerta en puerta, por todos los negocios que encontró, preguntando si había alguna vacante que él pudiera ocupar, pero por todos lados obtuvo respuestas negativas, Ricardo estaba desalineado, las personas no confiaban en él así que nadie quiso emplearlo, después de unas horas estaba cansado, así que decidió sentarse bajo la sombra de un árbol antes de seguir buscando empleo.

Cuando estaba descansando escuchó que el niño colocó rapsodia húngara, lo que le pareció extraño, pues no coincidía con los patrones que ya conocía, volteó a verlo y notó que estaba inquieto mientras observaba fijamente al frente, Ricardo volteó a ver que era lo que veía el niño, y logró darse cuenta de lo que pasaba, era una patrulla y los policías observaban a Ricardo mientras discutían sobre algo.

Ambos estaban asustados, Ricardo creyó que la mejor idea era irse antes de que lo reconocieran, pero en canto se paró notó que los policías estaban demasiado cerca, huir solo confirmaría la sospecha que los policías tenían, así que intentó engañarlos fingiendo indignación.

- Buenos días – dijo uno de los policías, que parecía amable.

- Buenos días – respondió Ricardo.

- ¿Me permite su identificación?

- ¿Mi identificación? ¿Acaso cree que soy un criminal?

- No creo que sea nada, Ricardo yo sé quien es.

Ricardo se congeló, no tenía siquiera una identificación real, mucho menos una falsa, y sabía que los policías ya sabían quién era él, vio a Mario de reojo, para asegurarse de que estuviera bien y notó que estaba fuera de peligro, aparentemente el vivir entre mareros lo había preparado para todo tipo de situaciones, ya se había colocado en un lugar seguro lejos de lo que sucedía y los policías no habían notado su presencia.

Entonces decidió intentar huir, fingió huir hacia un lado y cuando los policías se distrajeron huyó hacia el lado contrario, sin embargo eso no fue suficiente ya que lo siguieron en el instante y lo alcanzaron justo unos metros adelante, luego lo empezaron a golpear.

Ricardo se sintió acorralado, estaba ya sangrando de las heridas que los policías le estaban causando, y el miedo que sentía por tener que volver a la cárcel fue convirtiéndose en ira, al punto que su vista se nubló en un instante,

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jueves, 5 de noviembre de 2009

Renacer

Ricardo había caminado toda la noche, tenía demasiadas cosas en que pensar y decidió que caminar era la mejor manera de despejar sus pensamientos, no había dormido, pues no había sentido sueño, para cuando se dio cuenta estaba en un lugar completamente desconocido para él, aunque aún seguía en su ciudad nunca había estado allí, antes los sucesos que lo llevaron a su actual situación, nunca se había tomado el tiempo para pasearse por todos los rincones de su ciudad, se sintió asustado por un momento, pero luego se maravilló de todo lo que le rodeaba. Parecía un lugar tranquilo, los niños jugaban en la calle, mientras sus padres se sentaban en las aceras a platicar o a jugar damas, alcanzó a ver unas parejas de novios tranquilamente sentados en alguna acera, todos parecían estar contentos, sin preocupaciones y sin temor.

A Ricardo le encantó el lugar, quiso quedarse allí, era el tipo de lugar que siempre había soñado pero que no creyera que existiera, sin el ajetreo del trabajo ni las obligaciones sociales que tanto le molestaban, se preguntó a si mismo varias veces el porqué de la tranquilidad de ese lugar, estaba acostumbrado a que los ladrones lo acosaran, a esquivar automóviles y a soportar insultos de casi cualquier persona que le viera, justamente el tipo de cosas que no veía allí.

Se acercó a un grupo de personas que platicaban en la calle, estaba hambriento, sediento, sucio y cansado, al llegar allí las personas se le quedaron viendo, como con lástima, su aspecto era terrible, algunos se quejaron disimuladamente de su mal olor mientras otros optaron simplemente por alejarse un poco.

- Buenos Días – dijo Ricardo – disculpen la interrupción, quisiera saber si alguno de ustedes podría colaborar con un pobre desventurado, que ha perdido todo lo que quería y que no tiene ningún lugar a donde ir, ni siquiera algo para comer, una moneda, o un trozo de pan, lo que me ofrezcan lo aceptaré agradecido.

- No vamos a darte nada, seguramente lo querés para comprar cerveza – dijo un tipo bajo y rechoncho.

- Nunca en mi vida he consumido alcohol – respondió Ricardo.

- Entonces ¿Por qué estás como estás? – preguntó otro tipo algo jóven.

- Desventuras de la vida, uno no escoge su suerte – respondió de nuevo Ricardo, sin alterarse para nada.

- ¿Suerte? ¡La verga! – Dijo entonces el mas viejo del grupo – Si estás hecho mierda no debieras contar con tu suerte, deberías confiar en tus habilidades.

- Mis habilidades me dieron todo tipo de cosas, la mala suerte me las quitó, es así de simple como yo lo veo, ahora estoy “hecho mierda” y solo me interesa sobrevivir un poco más, para llegar a terminar este viaje que comencé hace apenas un par de días, después de eso podré morir en paz.

- ¡Verga! Me convenciste, pero no te voy a dar dinero, porque no creo que lo vallás a usar bien, pero te voy a llenar la panza, y te voy a regalar un poco de agua, porque apestás a mierda.

Ricardo sonrió, vio en ese anciano a una figura de respeto, casi paternal, le agradeció el favor y se fue por donde lo guió, hasta llegar a su casa, donde después de mostrarle dónde bañarse y de regalarle algo de ropa limpia, lo sentó en la mesa que en la que ya había un plato servido de huevos con tomate.

- Me dan curiosidad, tus habilidades y tu mala suerte, y el por qué escapaste de la cárcel.

- ¿La cárcel? – Preguntó Ricardo aterrado, no entendía como era que sabía eso - ¿Por qué lo dice?

El anciano soltó una carcajada.

- Saliste en las noticias, en la tele y en el periódico, no te había reconocido porque estabas sucio pero ahora que te veo mejor, tenés una cara inconfundible.

- Era de esperarse, escapé hace dos noches, y, al final de cuentas soy también un criminal, tal vez debiera regresar a entregarme.

- Si que sos marica, parecés una buena persona, si tenés la oportunidad de volver a empezar, ¿por qué vas a tirarla a la mierda?

- No quiero volver a empezar, siento que renací, y quiero unos días para experimentar los alcances de esta nueva sensación, no me importa que me encierren, mientras no sea pronto.

- Y encima sos pendejo, ¿creés que lo que sea que estés sintiendo te va a durar mucho? Mejor deberías de aprovechar el impulso para volverte a levantar.

- He estado arriba mucho tiempo, y nunca logré este nivel de tranquilidad, conmigo mismo con mi entorno, esto es algo que no puede apreciar cualquiera, me quejaría si no hubiera tenido de todo antes, ni lo apreciaría si aún lo tuviera.

- Entonces no fue mala suerte después de todo
- Creo que no… al final de cuentas no lo fue.

Ricardo se quedó pensativo un momento, reflexionaba sobre lo que acababa de descubrir, el odio y el rencor que sentía habían desaparecido, lo único que podía percibir era esa inmensa tranquilidad que le rodeaba, finalmente volvió en sí, vió al anciano y le preguntó:

- Y al fin de cuentas, ¿Cuál es su nombre?

El anciano volvió a soltar una carcajada.

- ¿Te das cuenta de que sos un maleducado de mierda? Aparte de pendejo y terco, mi nombre es Isidro, pero podés decirme Chilo, todos lo hacen.

- Tengo que agradecerle Don Chilo, más que la comida y el agua por la plática, no había conversado con nadie desde hace más de tres meses.

- Deveras que estás jodido – En ese momento llamaron a la puerta – ¡mierda! ¡Que chingan estos serotes! Ya vengo.

Don Chilo se levantó y fue a la puerta, donde sus demás conocidos lo esperaban con una mala noticia, puso cara de asustado y volvió a entrar.

- Jajaja, ya te cacharon, mejor salí por la puerta de atrás antes de que vengan a sacarte para lincharte esos serotes.

- ¿Lincharme? Creí que aquí no había vilencia.

- No hay, porque la sacamos a pura verga, ahora andate a la mierda si no querés que yo mismo te saque a tirar entre los perros.

Ricardo volvió a sonreir, no recordaba haberse llevado tan bien con alguien nunca y no esperaba encontrarse en esa situación con un completo extraño, cada cosa que le pasaba parecía de un mundo nuevo, su suerte, aparentemente seguía mejorando.

- Me voy entonces, y espéreme, que no me muero sin despedirme de usted.

Inmediatamente después salió por la ventana del corredor trasero y siguió las instrucciones que Don Chilo le había indicado para salir del lugar lo mas pronto posible.

Caminó un par de horas y no se detuviera si no fuera por el sonido de una melodía instrumental que le hizo perder su camino, buscó a su alrededor hasta que lo encontró, era el niño que había visto entre los mareros, con su reproductor de cd’s, escuchando la música con la mirada perdida, así que se acercó a el para preguntarle cómo había llegado allí.

El niño no respondió ni una sola palabra, solo lo vio de frente, con ojos llorosos y una expresión de alegría, aparentemente había estado buscando a Ricardo, pero aún no decía nada, así que Ricardo decidió continuar su camino y dejarlo atrás, el niño sin embargo quiso seguirlo.

- ¿Por qué me estás siguiendo? – pero no obtuvo respuesta.

- ¿Querés algo de mi? – y de nuevo no obtuvo respuesta.

- Dejá de estarme jodiendo, no me sigás, sobretodo si no pensás contestarme.

Sin importar lo que Ricardo dijera, el niño no parecía ni asustarse ni molestarse, simplemente lo seguía por donde fuera, aún si lo ignoraba o si intentaba hacer que dijera algo, simplemente seguía tras él hasta que Ricardo se acostumbró a su compañía, y lo dejó que estuviera con él.

- ¿Podés decirme al menos tu nombre? Nah, esto es inútil, no me vas a contestar nunca ¿verdad? Como sea, creo que es hora de comer, pero no tengo dinero, vamos a tener que limosnear un poco, es eso o aguantar hambre.

El niño se detuvo en ese momento y se sentó en la acera con la cabeza agachada y las manos extendidas en alto, Ricardo observó asombrado cómo en menos de diez minutos había conseguido suficiente dinero para comprarse el almuerzo de los dos, se acercaron a una carreta y pidió dos tacos para cada uno.

- ¿Es su niño? – preguntó la vendedora de tacos.

- No, solo lo estoy cuidando, ni siquiera sé de donde viene, ni a donde va.

- ¿Y por qué no le pregunta?

- Porque no responde a ninguna pregunta que le hago, aparentemente es mudo, si tan sólo tuviera una identificación.

Ricardo se quedó observando al niño mientras comía, parecía estar tranquilo, como si le gustara estar cerca de él, pero aún no lograba comunicarse, luego pensó que le gustaría adoptarlo, pero no tenía nada que ofrecerle, en sus 31 años de vida, nunca había considerado la idea de tener un hijo y ahora que no tenía posibilidades de tenerlo, le ilusionaba la idea de adoptar a ese niño, que actuaba de forma tan organizada y eficiente, por momentos daba la impresión de estar entrenado.

Cuando terminaron de comer, se dispusieron a partir, habían cruzado ya la mitad de la ciudad, Ricardo pidió una porción más para llevar y lo guardó para cuando fuera de noche, le dio una mirada al niño y se volteó para volver a emprender su camino, hacia ninguna parte.

- Si no me vas a decir tu nombre tendré que ponerte uno, creo que te llamaré Mario, como Mario Bros.

El niño sonrió cuando escuchó esto, era la primera vez que Ricardo lo veía sonreír, así que tomó su actitud como señal de aprobación.

- Así será entonces, Mario, ese será tu nombre, al menos hasta que descubra tu verdadero nombre.

Durante su caminata sin rumbo, Ricardo se dedicó a observar a Mario y notó que la música que escuchaba variaba dependiendo de lo que estaba pensando o sintiendo, generalmente escuchaba música de Mozart, pero cuando se sentía cansado escuchaba a Beethoven, cuando tenía necesidad de defecar u orinar escuchaba a Tchaikovski, entonces, cuando escuchó a Bach, supo que tenía hambre, estaba ya anocheciendo, así que se sentó a un lado del camino y sacó la porción de tacos que había comprado anteriormente, y lo separó en dos, para poder guardar algo para el desayuno.

Mario comió despacio, luego colocó la 9ª sinfonía y se quedó dormido, acurrucado sobre las piernas de Ricardo, quien lo acomodó sobre unas tablas y se durmió luego de observarlo durante un largo periodo de tiempo, tratando de imaginar cuál sería su historia, por que estaría en esas condiciones y por que no hablaba, de dónde sacó el reproductor, y cómo fue que aprendió a usarlo para comunicar sus necesidades, era un niño excepcional, que al igual que él había corrido con mala suerte en algún momento de su vida.

La mañana siguiente amaneció lloviendo de nuevo, el viento soplaba fuertemente y el frío era insoportable, abrazó a Mario y se colocó en un rincón de la única casa con alerón en el área, se comieron el resto de los tacos y esperaron a que dejara de llover.

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miércoles, 4 de noviembre de 2009

Carnicero

En el camino se presentaron todos, nadie era llamado por un nombre real, sino por apodos que todos parecían respetar, como si se tratara de nombres sagrados, llegaron al fin a un depósito de chatarra, que a simple vista no se veía como nada extraordinario, pero al entrar por debajo de un auto viejo, se accedía a un salón lleno de armas y dinero, donde se encontraban ya muchos de los mareros durmiendo en sus respectivas camas.

- Dormite – le dijo el Gato pinto a Ricardo – que mañana te damos la iniciación a la mara.
- No creo que pueda dormir – Dijo Ricardo – Este día ha sido muy agitado, creo que necesito relajarme, voy a salir a tomar el aire.
- Jajajaja, de veras que estás loco, ¿creés que te saqué del bote para dejarte escapar así de fácil?, No, sos de sangre fría, justamente lo que andaba buscando pa arreglar algunas cuentas pendientes, mejor dormite, ya mañana te digo que hacer.

Ricardo se sintió frustrado, su plan para escapar del lugar había sido descubierto, y no le quedó mas que hacer lo que le dijeron, se acostó en un rincón y esperó hasta quedarse dormido, después de todo no podía hacer nada para escapar en ese momento, estaba rodeado de mareros, cual quier plan que se le ocurriera estaba destinado al fracaso, así que lentamente fue quedándose dormido.

Esa noche volvió a soñar, vio de nuevo el tatuaje, esta vez sobre el brazo del Gato Pinto, soñó que lo llevaba a un paredón y ordenaba que lo asesinaran con pistolas y escopetas hechizas, mientras su familia observaba el espectáculo desde unas sillas improvisadas en el lugar y cuando estaban a punto de dispararle escuchó una música suave que lo hizo despertar al instante, era la música que salía de un reproductor de cd’s el cual, un niño escuchaba con bastante atención, sin moverse ni darse cuenta de lo que pasaba a su alrededor.

- ¿Te gusta la música clásica? – Preguntó Ricardo, pero no obtuvo ninguna respuesta, el niño estaba absorto en sus pensamientos, como si la música lo transportara a un lugar que había apreciado con anterioridad, después de volver a preguntarle sin obtener ninguna respuesta, Ricardo decidió preguntarle a alguien más, sobre la historia del niño, pero nadie supo darle razón sobre su origen, hasta que de nuevo se encontró con el Gato Pinto, quien le dijo que nunca lograría averiguar nada, el niño era como su mascota, lo encontró perdido en la calle y se lo llevó para cuidarlo, eso era todo.

- Soy un buen hombre, con muy malas costumbres – Fue todo lo que pudo obtener de el. – Alistate, que ya nos vamos.

Ricardo no había llevado nada consigo, así que no comprendió de que hablaba, así que se quedó callado mientras observaba al Gato Pinto con cara de no saber que hacer. 

- Entrá a traer unas pistolas, vamos a ir a quebrarnos a unos vatos.
- ¿De eso se trata todo este asunto? ¿Me sacáste de la cárcel para que te ayudara a matar a tus enemigos?
- Mas o menos.
- ¿Y para qué me necesitás? Creí que las personas como vos no necesitaban ese tipo de ayuda.
- Soy un buen hombre con malas costumbres… ya te lo dije, no me gusta ensuciarme las manos a menos que sea necesario, además, éste es un caso especial, quiero que matés a mi hermano.
- ¿Por qué querrías matar a tu hermano?
- Se enredó con los enemigos y aquí no se perdona a nadie.
- ¿Y por qué no le pedís ayuda a tus amigos? No creo que asesinar sea algo nuevo para ellos.
- ¿No creés que hacés demasiadas preguntas para ser un novato? Ninguno de ellos quiere hacerlo, todos le agarramos aprecio, era el segundo al mando, maldito pendejo, ahora tenemos que deshacernos de él. Pero no te preocupés después de esto vas a quedar en buena posición aquí, bueno… si lográs sobrevivir…

En la cara del Gato Pinto se dibujó una sonrisa forzada, y sin mediar más palabras se dirigieron al lugar donde habrían de esperar a la víctima, Se ubicaron detrás de una camioneta vieja y se pusieron a esperar.
- No sé si pueda hacerlo – Dijo Ricardo – No tengo motivación, la primera vez fue mi agresor, la segunda quería salir de la cárcel pero ahora, no tengo motivos para querer asesinar a la persona que estamos esperando, no sé si pueda hacerlo.

- ¿Qué tal por tu vida? Si no te encargás de este vato, todos nosotros nos encargaremos de vos y podés confiar en que será una muerte dolorosa.

Ricardo recordó de pronto con qué clase de gente se estaba involucrando, se quedó callado y esperó las órdenes del Gato Pinto, luego de un momento de silencio entre los dos apareció un vehículo, del que se bajaron 4 personas.

- Esos son Carnicero, yo los distraigo, y cuando no te vean, les disparás por la espalda.

- ¿Estás loco? Eso es suicidio, si ya saben que lo andás buscando para matarlo no te van a dejar hacer eso, en cuanto te vean te van a matar.

- De eso no estoy seguro, y no hay forma de saberlo, solo espero que no te falle la puntería.

E inmediatamente después salió y gritando a grandes voces dijo:

- ¡José! ¡Querías destruir a la familia y pues aquí estoy, para que nos destruyamos los dos!
- ¡Si que has de ser idiota! – Respondió José – Sé que venís a quebrarme el culo ¿Y esperás que confíe en vos? Estos vergas que vienen conmigo, son suficientes para quebrarte el culo a vos y a tus compañeros maricones, si tenés aprecio por tu vida, mejor andate a la mierda antes de que saquemos las armas.
- En este momento ya deberías de estar muertos – Dijo el Gato Pinto mientras miró de reojo a Ricardo, como dándole señal de que atacara, y luego se volteó, dándole las espaldas a sus enemigos.

Ricardo comprendió el mensaje y apuntó hacia José, pensó en que era sólo un criminal cualquiera y que a nadie debería de importarle si muriese, así que disparó con una precisión tal que le partió la cabeza en dos de un solo balazo. A lo que los compañeros de José respondieron disparando indiscriminadamente, matando al Gato Pinto y a dos de sus compañeros, justamente antes de morir, a manos de Ricardo que seguía disparando desde atrás de la camioneta.

- ¡Vámonos Carnicero! – Gritó el único sobreviviente de los acompañantes del Gato Pinto.

- Mi deuda era con el Gato Pinto, el ya no está y yo me largo por mi camino.

- ¿Estás diciendo que no te importa la mara?

- La mara nunca me importó, no son mas que desechos de la sociedad, que viven como parásitos quitándole los alimentos a los que trabajan, ahora andáte, antes de que decida quebrarte el culo a vos también.

El marero vio en los ojos de Ricardo tanta determinación, que no quiso tentar a su suerte, se volteó y corrió tan rápido como pudo, hasta llegar a su guarida, donde fue a contar todo lo sucedido, los mareros discutieron en ese momento si debían ir tras Ricardo, o perdonarlo, después de todo había cumplido con su trabajo, y al final decidieron dejarlo ir o al menos mientras no se metiera en su camino. 

El niño, al escuchar la noticia de la muerte del Gato Pinto, tomó sus cosas, puso un par de baterías nuevas en el reproductor de cd’s y salió del lugar sin decir nada, y sin que le importara al resto de la mara que se fuera, todos estaban conmocionados por la noticia y la mayoría nunca comprendió por qué estaba allí. Los mareros guardaron luto esa noche y a la mañana siguiente escogieron a un nuevo líder.

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